Fallecimiento de Leopoldo Pérez González, radiofísico del H.U. La Princesa
A Leo, un hombre sabio.
Parece que siempre es tarde cuando uno quiere expresar sentimientos a un amigo, uno no encuentra el momento o las palabras. No es excusa y, aun siendo tarde, buscaremos el desahogo en estas palabras, intentaremos saldar esta deuda contigo; queremos decirte y hablarte como si estuvieras presente, pensando que tu estela nunca nos abandonará.
Seguro que tú sabrías qué decir, siempre tenías la palabra adecuada; esa palabra tuya honesta, irónica, sensata… “Tú que eres una persona sensata…” nos decías cuando pretendías que reflexionáramos contigo algún dilema, como un padre a un hijo (podemos decir incluso que eras como un segundo padre para nosotros); ironía hasta el final, siendo tú el más sensato de todos, y dentro de ti,gracias a un conocimiento inabarcable, inagotable, las más de las veces, envidiable, siempre se hallaba la solución.
Aquí en el hospital, donde tantos momentos hemos compartido,sentimos que algo se resquebraja, tú eras como el alma de este servicio;si el servicio es como es (si somos como somos),es, en gran parte, gracias a ti, a tu desprendida dedicación que, a pesar de las injusticias cometidas sobre tu persona, seguiste llevando a cabo, sin otra pretensiónque hacer lo mejor para el servicio; tu única ambición era el bien común,alejado de egocentrismos, sin anteponer nuncael beneficio personal, siempre dispuesto a colaborar(un espíritu el tuyo transparente, generoso, íntegro). Y lo hacías transmitiendo un poso detranquilidad como no hemosencontrado nunca en otra persona. Trabajar contigo era como tener una tabla de salvación a la que agarrarse en los momentos críticos; esperemos no naufragar a partir de ahora, aunque lo que sí sé es que será todo mucho más difícil.
Es complicado describir toda la tristeza que sentimos; tomaremos prestadas las palabras del poeta, posiblemente el mejor, como tú, tratado injustamente, como tú, y humilde, como tú:
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Tus amigos y compañeros de Radiofísica en la -2
Carta remitida a la Sociedad por parte de los compañeros de Leopoldo en el servicio de Oncologia Radioterápica del HU de la Princesa
Estimada Sociedad de Física Médica: