Maria Salomea Skłodowska-Curie, Marie Curie o Mme. Curie, no necesita presentación. La doblemente laureada con el Nobel (la primera de los cuatro que hasta ahora alcanzaron ese logro), cuyo cuerpo reposa en el Panteón de París, es de sobra conocida por el público, incluso por aquellos menos interesados en los asuntos de la ciencia, y es que su figura y su historia trascienden lo científico para convertirla en pionera protagonista de la forja del mundo moderno tal como lo conocemos.
Pero lo que buena parte del público tal vez no sepa es por qué esta mujer ejemplar lo es especialmente, en todo el mundo, para un grupo de profesionales especializado en las aplicaciones médicas de la física, pues para ello debería conocer hasta qué punto Marie Curie entregó gran parte de su vida, su trabajo y su riqueza a transformar los avances de la física en herramientas que ayudaran a salvar o mejorar las vidas de las personas.
Pero esta científica, en la cumbre de su éxito, no se limitó a desarrollar o mejorar esas herramientas con sus conocimientos y recursos financieros, sino que llevó su compromiso más allá de lo que nadie en sus circunstancias habría hecho, más allá de lo que nadie habría esperado y mucho menos exigido. Cambió la bata de laboratorio por la bata de hospital y transportó esas herramientas, personalmente y junto a su hija Irène, al lugar donde pudieran hacer una mayor y mejor labor: el campo de batalla del frente francés en la gran guerra de 1914. Y no solo eso, sino que ella misma las utilizó y formó en su uso a otras personas para que fueran útiles a miles y miles de soldados heridos.
Esa firme voluntad, ese decidido compromiso por ayudar a los demás desde su aparentemente lejano campo de conocimiento, no puede ser más que la principal inspiración de los profesionales de la física médica que dedican cada día su trabajo y conocimiento para hacer de la física una herramienta de valor en el tratamiento y diagnóstico de las enfermedades.
Maria Salomea Skłodowska-Curie (Marie Curie, or Mme. Curie) needs no presentation. The double Nobel laureate (the first of the four people to achieve that), whose body rests in the Pantheon in Paris, is well known to the public, even to those who are less interested in science affairs. Her figure and her story transcend science to make her a pioneering protagonist in the forging of the modern world as we know it.
But what a wider audience may not know is why this extraordinary woman is especially exemplary for a group of professionals specialized in physics’s medical applications. To understand it we need to be aware of how Marie Curie dedicated a large part of her life, work, and wealth to transform the advances of physics into tools that could help save or improve people’s lives.
Despite having international recognition, she did not limit herself to developing or improving these tools mentioned above with her knowledge and financial resources. Still, she took her commitment beyond what no one in her circumstances would have done, beyond what anyone else would have expected or even demanded. He changed her lab coat for a hospital coat and transported those new tools, along with her daughter Irène, to the place where they could do a more important job: the French front’s battlefield in the great war of 1914. She even operated these new devices and started training other people to work with them, thereby benefiting thousands of wounded soldiers.
Marie Curie’s firm will, this determined commitment to help others from her seemingly distant field of knowledge, is the medical physics professionals’ main inspiration to dedicate their work and expertise to make physics a valuable tool in treating and diagnosing diseases.